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22 Como la orden del rey había sido tan apremiante y el horno estaba al rojo vivo, las llamaradas abrasaron a los hombres que habían llevado a Sadrac, Mesac y Abednegó, 23 mientras los tres jóvenes, Sadrac, Mesac y Abednegó, caían maniatados en medio del horno.

Nabucodonosor reconoce el milagro

24 Entonces el rey Nabucodonosor se quedó pasmado, se levantó de golpe y preguntó a sus consejeros:

— ¿No hemos arrojado a las llamas a tres hombres maniatados?

Le respondieron:

— Cierto, majestad.

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